Escribe: Valentín López
Es un reto cotidiano y una responsabilidad sobre la que la mayoría de nosotros aprendemos a prueba y error. No obstante la educación de nuestros hijos puede ser determinante en su formación y su autoestima.
Es necesario buscar un espacio para aprender sobre el cuidado de los hijos.
Muchas veces practicamos metodologías aprendidas por el entorno o por costumbres familiares heredadas, que no son las más adecuadas.
Predicar con el ejemplo es el mejor hábito que le puedes regalara tus hijos. |
<<La educación te dará una forma de ganarte la vida,
la autoeducación una fortuna>>
(Jim Rohn)
Por tal motivo, aquí ofrecemos algunos consejos prácticos que pueden servir de guía para saber qué hacer y qué no, y sobre todo, las consecuencias negativas que muchas de esas prácticas implican.
A un niño no se le puede decir “haz lo que yo digo y no lo que yo hago”. En la imitación y en el ejemplo es donde se sustentan muchos hábitos, tanto positivos como negativos, por lo que es esencial que los niños puedan aprender de nuestro comportamiento, valores y buena educación.
El respeto, la honestidad, la cordialidad hacia los demás, e incluso aficiones como el gusto por la lectura, son aprendidos en el entorno familiar.
2 Permitir que tome decisiones y valorar su opinión
Un error común es asumir que como el niño es pequeño, nosotros debemos tomar todas las decisiones que le conciernen, desde qué vestir, hasta qué comer.
Si bien es cierto que como padres tenemos la última palabra, es necesario ayudar a que desarrollen su autoestima, y para eso debemos valorar su opinión, deseos y gustos personales, pues estos se manifiestan desde muy temprana edad.
Si lo que el niño quiere u opina no es viable, entonces debemos explicárselo, pero no debemos ignorar sus sentimientos. Y si sus ideas son aceptadas con regularidad, entonces comenzará a cimentar la seguridad en sí mismo.
Algunos padres, en especial los que crecieron en un entorno muy estricto o en escasez, tienden a querer compensar su experiencia consintiendo a sus hijos y cumpliéndoles todos sus caprichos, para que “a ellos no les falte nada”.
Esta actitud que a simple vista parece adecuada, provoca que los niños no aprendan la tolerancia a la frustración, y cuando se enfrenten al mundo real, serán incapaces de sortear las dificultades de la vida.
Además, los niños requieren normas y estructura para ser individuos felices y bien adaptados a la sociedad.
Cuando el niño haga algo equivocado, los padres debemos ANALIZAR la conducta, no al niño. No es lo mismo decirle “lo que dijiste fue grosero” que decirle “eres un grosero”.
Esa pequeña pero gran diferencia es determinante para que el niño corrija su conducta sin que su autoestima se vea afectada.
Un niño siempre necesita saber cuando su conducta es la correcta y cuando ha tenido logros. Reconocer lo que ha hecho bien lo motivará a continuar haciéndolo, y se sentirá valorado y querido en el entorno familiar.
De esta manera, nuestros hijos entenderán claramente el código de conducta que deben tener y los valores que deben adoptar y respetar. : )
Valentín López
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